La afirmación aparentemente sin controversia contó con la oposición de 75 miembros del Parlamento, incluyendo izquierdistas que dijeron que tiene un sabor a imperialismo cultural, y separatistas del norte que sospechan ante prácticamente cualquier dictado de Roma.
El diputado Federico Bricolo del partido Liga del Norte expresó que su nacionalidad, y como consecuencia su idioma, no es la italiana sino la veneciana. Agregó que "millones de hombres y mujeres de todo el mundo" hablan el dialecto de Venecia.
"Es el idioma que se habla en mi familia, en las escuelas, en el trabajo. Soy veneciano, señor presidente, mi idioma es el de Venecia", dijo Bricolo en su dialecto, antes de que se apagara su micrófono debido a que violó la regla que establece que en el Parlamento sólo puede hablarse italiano.
Franco Russo, del principal partido comunista de Italia, dijo que la Constitución de la posguerra deja fuera deliberadamente cualquier mención al idioma, en reacción contra los intentos del dictador Benito Mussolini de "italianizar" el país a la fuerza.
El cambio en la Constitución, aprobado por 361 contra 75, es puramente simbólico y no altera el estatus legal que otros idiomas gozan en distintas partes de Italia, como el alemán en la región de Alto Adige y el francés en Val d'Aosta.
Pero los que apoyaron el cambio dijeron que era hora de que se reconozca al idioma como parte fundamental de lo que compone a la Italia moderna, un país que fue creado en 1870, al unificarse regiones rivales y ciudades estado.
Fue el dialecto toscano el que emergió como idioma nacional de Italia, aquel en el que en el siglo XIV Dante escribió su poema épico medieval del Infierno. Pero mucha gente aún habla los dialectos locales, algunos de los cuales son prácticamente incomprensibles para personas de otras partes del país.
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