Jefferson Pérez, tricampeón mundial de marcha gracias a su última medalla de oro en los 20 kilómetros de la categoría en el Mundial de Atletismo de Osaka, Japón, tiene previsto llegar hoy, a las 23:30, a Quito.
Diez años han transcurrido desde que Jefferson Pérez, el mejor marchista del mundo en 20 kilómetros, hizo público en la República Checa, tras ganar la Copa del Mundo, su propósito de “llegar a los límites de la excelencia”, y sus tres títulos mundiales, unidos al olímpico que también tiene, confirman que el objetivo está cumplido.
El andarín de Cuenca, que anunció para hoy su llegada, tras el oro logrado en el Mundial de atletismo de Osaka, Japón, es puesto a menudo como ejemplo por el máximo responsable de la marcha española, José Marín, cuando quiere indicar a sus discípulos la forma en que se debe marchar correctamente, pero también como paradigma de atleta con una voluntad férrea que alcanza la victoria cuando se lo propone.
Este año se propuso un doble objetivo: ganar el Panamericano de Río de Janeiro y el Mundial de Osaka.
Después de proclamarse en Brasil monarca panamericano, Jeff anticipó que en Japón no habría favoritos. Lo volvió a repetir luego de vencer, pese a que la prueba arrojara el mismo ganador de los dos mundiales anteriores. Tal vez en un mensaje al español Paquillo Fernández, el ecuatoriano dijo que si algo ha aprendido en 20 años de atletismo es a respetar a todos los contrarios.
Pérez, de profesión ingeniero comercial, tiene una indiscutible vocación populista. Todas sus medallas tienen una dedicatoria común al pueblo ecuatoriano.
Jefferson tiene una fundación de ayuda social que lleva su nombre para promover la educación y atención médica a niños y personas pobres, además de varias empresas de bienes raíces y mercadotecnia con 100 empleados.
“Solo soy el resultado de los héroes de mi país, los que se levantan a las seis de la mañana a trabajar en los mercados y están allí hasta las diez de la noche; ellos me han inspirado”, dijo.
A sus 33 años, con el récord mundial (1h17m21s), tres títulos de campeón del mundo, uno olímpico, tres Copas del Mundo y un sinfín de medallas, Jefferson puede proclamar con orgullo que ha alcanzado la excelencia.
Diez años han transcurrido desde que Jefferson Pérez, el mejor marchista del mundo en 20 kilómetros, hizo público en la República Checa, tras ganar la Copa del Mundo, su propósito de “llegar a los límites de la excelencia”, y sus tres títulos mundiales, unidos al olímpico que también tiene, confirman que el objetivo está cumplido.
El andarín de Cuenca, que anunció para hoy su llegada, tras el oro logrado en el Mundial de atletismo de Osaka, Japón, es puesto a menudo como ejemplo por el máximo responsable de la marcha española, José Marín, cuando quiere indicar a sus discípulos la forma en que se debe marchar correctamente, pero también como paradigma de atleta con una voluntad férrea que alcanza la victoria cuando se lo propone.
Este año se propuso un doble objetivo: ganar el Panamericano de Río de Janeiro y el Mundial de Osaka.
Después de proclamarse en Brasil monarca panamericano, Jeff anticipó que en Japón no habría favoritos. Lo volvió a repetir luego de vencer, pese a que la prueba arrojara el mismo ganador de los dos mundiales anteriores. Tal vez en un mensaje al español Paquillo Fernández, el ecuatoriano dijo que si algo ha aprendido en 20 años de atletismo es a respetar a todos los contrarios.
Pérez, de profesión ingeniero comercial, tiene una indiscutible vocación populista. Todas sus medallas tienen una dedicatoria común al pueblo ecuatoriano.
Jefferson tiene una fundación de ayuda social que lleva su nombre para promover la educación y atención médica a niños y personas pobres, además de varias empresas de bienes raíces y mercadotecnia con 100 empleados.
“Solo soy el resultado de los héroes de mi país, los que se levantan a las seis de la mañana a trabajar en los mercados y están allí hasta las diez de la noche; ellos me han inspirado”, dijo.
A sus 33 años, con el récord mundial (1h17m21s), tres títulos de campeón del mundo, uno olímpico, tres Copas del Mundo y un sinfín de medallas, Jefferson puede proclamar con orgullo que ha alcanzado la excelencia.
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